Definitivamente somos la generación del low-cost. Y en el amor no íbamos a ser menos ¿verdad? Nos encanta el concepto de lo nuevo. Esa agradable sensación, incluso cautivadora, de estrenar algo. En cuanto a las relaciones nos pasa exactamente lo mismo.
Hemos pasado de la calidad, la excelencia de la manufacturación y de la complejidad de lo hecho a mano con gusto, paciencia y amor, a lo rápido. Sin importarnos tanto su procedencia y mucho menos la calidad de la misma con tal que satisfaga nuestras necesidades instantáneas más básicas. Las mismas que desde el egoísmo crean una ilusoria imagen para que el concepto soledad no tenga cabida alguna.
Hemos pasado de elegir la materia prima por sus cualidades, sus propiedades y su esencia, a la selección de un material por un concepto tan simple y superficial como la presencia de una atractiva y cuidada pero engañosa envoltura.
Hemos pasado de lo complejo que lleva su tiempo y con el mismo mantiene sus propiedades, a lo instantáneo y fugaz. Donde el producto demuestra sus deficiencias a través del deterioro, apenas transcurridos un par de años. De elaboración con esfuerzo y trabajo con el objetivo de conseguir un buen producto final, un producto de calidad, a desechar al mínimo contra pie sin verter una sola gota de sudor en el camino de la elaboración. No hablemos ya de una sola lagrima vertida. Y cuando esto ocurre, nos lamentamos con asombro de la calidad del hoy en día tan famoso Low-cost.
Intenso pero fugaz. Donde son las mariposas del estómago las que con su muerte anuncian el final. Final precedido por unos protagonistas que muestras su auténtica personalidad una vez abandonada la conquista. Conquista en la que los trucos que no magia, hicieron acto de presencia.
Si lo que quieres una relación de calidad, trabaja en ella como antaño hacían los verdaderos artesanos, cuando con sus manos y a través de ellas elaboraban productos únicos. Maestros que con su arte y maestranza eran capaces de transformar un simple material en un producto final extraordinario. Donde no había cabida para simples trucos y la única magia que existía y existe, es el esfuerzo, sacrificio y constancia.
Una relación de película que se precie, se desprende de su máscara y muestra su verdadero rostro: Esfuerzo, sacrificio y constancia.
Esfuérzate en entender la materia. Trabaja junto a ella en la construcción de algo genuino que perdure en el tiempo y que a pesar de las inclemencias, mantenga su fortaleza como el primer día. El día que se termino de forjar.
Tan solo construye sin prisa y cimienta tu propia relación. Crea ese «amor de película» del que tanto nos gusta disfrutar acompañado de palomitas y que obvia de una manera sutil y a su vez atroz, el esfuerzo y sacrificio no tan grato del duro y arduo camino.
Ahora tú decides: ¿Te conformas con una relación Low-Cost? O por el contrario escoges una relación en la que se apuesta de verdad.
Carlos Ramajo para –MiFaDeLoSu–
Pingback: ¿Intensidad o profundidad? Tú decides. – Mi fábrica de (los) sueños
Pues, seguro será interesante leerlo.
🙂
Vuestros comentarios, inspiran respuestas a modo de nuevas reflexiones. Gracias, a tod@s, por entrar en mi mundo con ellos.
¡Me ha encantado!
Por desgracia, creo que ese tipo de relaciones pausadas y maduras (no por ser de gente mayor ¿eh?, ¡¡entiéndeme!!), son ya la excepción.
Como bien dices, el «low cost» se ha establecido para quedarse y ello se traduce en un sistema de «mínimos», en casi todos los aspectos.
He pasado unos días de vacaciones en Canarias, y ví en TV un anuncio de una entidad financiera que me gustó mucho.
Decía que «saludar» a una persona: no es conocerla; decir que «te gusta» una foto suya: no es conocerla; ni seguirlo en las redes sociales; conocer a alguien de verdad es saber qué piensa, compartir sus emociones, sentir lo que siente, convertir sus sueños en los tuyos (aquí entraba la entidad financiera para ayudarte … jajaja).
Me gustó mucho … porque parece sencillo que se pueda conocer a alguien y juntos compartir ilusiones e inquietudes … el problema es que cada vez hay menos sueños y menos ilusiones.
¿Será el síndrome postvacacional?
🙂
Chapeau! Poc@s han sabido reflejar la realidad de este tema. En la época en la que no existían las redes sociales, nos «trabajábamos» el acercamiento hacia esa persona que despertaba nuestro interés. Era tan el » esfuerzo», vergüenza, satisfacción que obteníamos por ir conociendo a esa persona que era valorado por la otra parte. A día de hoy,con las redes sociales a golpe de click tenemos todo lo que queremos enseñar de nosotros que lo maquillamos para resultar atractivos. De tal forma que son los likes casi los que dictan el que te interese o no esa persona. Particularmente por muy «mono» que pueda ser un chic@…. Sino tiene conversación o le falta la educación suficiente a contestar o a debatir algo…. No hay ni mariposas ni sapos!
Sigue así…. Que mola el saber tu opinión en lo que es la vida!
sigues siendo como esa cancion favorita . sigues haciendo que los pelos se ericen….sigues creando magia a traves de tus letras…gracias por este poquito de ti que nos entrgas en cada post¡¡ un enorme abrazo.eva.
¡Wow! Que palabras tan bonitas… Creo que a través de ellas has conseguido hacerme sentir, lo que intento transmitir con mis escritos. Un abrazo Eva.
No somos conscientes de lo que realmente vale la pena. Creo que no hay sensacion más bonita que el ir conociendo a una persona, poco a poco, sin acelerones. Cuesta, sí, pero cuando lo consigues sabrás que cualquier esfuerzo no fue para tanto, porque todo el amor que te aventuras a sentir y a vivir, no es equiparable con nada.
Enhorabuena por otro pedazo de post. Cuídate. Un abrazo.
Esa sensación de ir poco a poco, es única, inigualable. Gracias Reich por tu comentario, ¡Muack!