Volviendo a ser un niño

Crecer, tiene ciertos inconvenientes, y uno de ellos, es ir perdiendo poco a poco y sin llegar a darte cuenta, ese niño interior con el que, todos, llegamos a este mundo. El mismo, con el que deberíamos continuar, hasta el último y más frío aliento de nuestras vidas.

Y es que ese niño lleva dentro, todas esas características, virtudes, que nos hacen únicos, genuinos y tan especiales. Todos esos adjetivos calificativos, que en el, a veces duro proceso de madurez, vamos ocultando tímidamente para encajar en un mundo, que precisamente desprestigia de  manera estupida, toda esa espontaneidad, creatividad e ilusión por vivir. Vivir y descubrir, descubrir y sentir, las cosas desconocidas que aguardan en cada etapa de nuestra vida.

Y como se pierde, se recupera, se reencuentra. Unicamente, hay que prestar atención a aquellas situaciones que nos hacen redescubrir, a ese pequeño travieso lleno de inocencia de nuestro interior.

Algo tan simple como un AquaPark, o unas colchonetas hinchables en plena bahía, son suficientes para conectar con nuestro yo más natural, el más auténtico, como si de un túnel del tiempo se tratara.

Túnel, en cuyos extremos, se puede vislumbrar al adulto lleno de responsabilidad, preocupaciones y miedos, y al pequeño aventurero, despreocupado, valiente. Ese niño, que era capaz de ponerse un retal a sus espaldas, y visualizar un súper héroe rebosante de principios y valores, que luchaba contra los villanos más malvados que su gran imaginación era capaz de crear y recrear a la perfección. O que con tan sólo con un par de simples mantas y alguna que otra almohada, construía un castillo de piedra impenetrable, con torres igual de imponentes. El castillo más grande, hermoso y fuerte de la faz de la tierra.

Y es que para atravesar ese largo, oscuro y temido túnel, en ocasiones, tan solo tienes que pararte y detenerte unos instantes, para dar paso a uno de los sentidos más olvidados de hoy en día. Sentido del que nos despreocupamos, debido a la vorágine continuada en el tiempo en la que nos vemos envueltos y atrapados. El sentido de la atención, ¡Prestar atención! y observar los momentos o situaciones, que sin tu ser consciente, despiertan a ese niño interior aletargado, que por miedo a un mundo adulto y voraz, mantienes oculto en lo más profundo de tú ser, como si de una caverna oscura, fría y tenebrosa se tratara.

Prestar atención, para pasar a tomar la decisión, de dejarte llevar y disfrutar. Olvidar lo que pueda pensar el resto de personas a las que, en no pocas ocasiones, tan solo les importan las apariencias y el tan socorrido ¡Que dirán!, a lo que habría que responder a modo de resorte, un… ¡Que digan lo que quieran! O ¡Qué más da, lo que digan!

Y una vez tomada la determinación, tan solo hay que encontrar aquel niño, re-conectar y sentirlo dentro, dentro de ti. Dejar que se imponga a ese adulto tan preocupado de la apariencia, y que olvido de forma rápida y temprana, la propia esencia de la vida, que no es más, que simplemente disfrutar de ella.

"Nota mental: Reencontrarte y reconectar con tu niño interior."

MiFaDeLoSu

3 comentarios de “Volviendo a ser un niño

  1. Pingback: Conocer un lugar desde otro punto de vista – Mi fábrica de (los) sueños

  2. Maria dice:

    Completamente de acuerdo contigo.

    ¡Ojalá todos fuéramos más niños! ¡ojalá nos permitirían más serlo! … (que esa es otra) … mientras más nutrido esté nuestro niño interior, más satisfecho estará el adulto.

    ¡¡Estoy segura!!

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