Normalmente suelo realizar posts reflexivos, con una carga de profundidad intensa, ya que es lo que desde mi interior necesito exteriorizar o expresar en el momento que decido evadirme para escribir. Pero esta vez, voy a romper con lo de siempre. Voy a escribir lo que salga sin pensar demasiado, sin escrúpulos (ni modificaciones de última hora).
Todo esto, porque a mis treinta y seis años (y medio), me he dado cuenta que soy fan de lo imperfecto. ¡Sí! De lo imperfecto, lo defectuoso, lo asimétrico, o lo no tan bello marcado por unos canones – de mierda – que sólo reflejan la superficialidad del ser humano a siglo XXI.
A mis 36 años – y medio repito -, he descubierto que la esencia de la vida, la esencia en las cosas y sobretodo en las personas, está en lo imperfecto. Lo irregular si queréis, llamarlo como os apetezca o gustéis, me da absolutamente igual mientras entendáis lo que os quiero transmitir.
Porque aquello que es perfecto, reluciente y pulcro, también suele ser superficial, banal y perecedero – ¡Que narices! y hasta aburrido -. Si algo he aprendido en todos estos años, es que lo perfecto, por el simple hecho de serlo, no se preocupa, ni tan siquiera se molesta, en mejorar, crecer o por ser auténtico, genuino. A la perfección le es suficiente esa perfección, y es ahí donde lo imperfecto, le gana la partida. Es en esa confianza ciega, donde tiene la perfección su mayor defecto. La perfección, olvida que el tiempo arrebatará sin miramientos, sin posibilidad de lamento, su mayor y única virtud.
Mientras, lo imperfecto, en la sombra y sin hacer demasiado ruido, habrá luchado cada día por ser la mejor versión de sí mismo, de modo que cuando ese mismo tiempo transcurra y a lo perfecto devaste, a lo imperfecto engrandecerá hasta cotas insospechadas.
No hay nada más horroroso y demoledor en la historia de una persona, que darse cuenta que aquello que era atractivo por un simple envoltorio, por lo que se decidió tirar todo por la borda sin mirar atrás destrozando todo aquello que hubiera antes sin miramientos ni remordimientos, en realidad, albergaba en su interior un poco más de aquella fría banalidad sin sentido ni contenido, incapaz de llenar u ocupar aquel espacio que un día la tan ahora deseada imperfección lleno, hasta alcanzar el punto inigualable e incomparable de reboso.
La imperfección es la auténtica perfección disfrazada bajo un manto de humildad y sencillez.
Si eres imperfecto, felicidades, bienvenido, eres el futuro de un nuevo presente.
–MiFaDeLoSu–
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