La madurez es algo de lo que escuchas hablar a temprana edad sin saber muy bien en que consiste. Pero que irremediablemente se incorpora y evoluciona junto a tu persona, sin que seas consciente de ello. Empieza con pequeños destellos. Pequeños cambios casi imperceptibles, de lo que en realidad va a ser y suponer a partir de un momento tu vida.
La madurez se da al compas de la evolución personal e individual:
Pasas la adolescencia como buenamente puedes y todo empieza a cambiar poco a poco convirtiéndose en una puta revolución.
De repente un día decides comprarte o hacerte cargo de un vehículo. Esto da una nueva dimensión de tu independencia y a su vez genera ciertos compromisos como aceptar el mantenimiento del mismo. Pequeñas cosas como un deposito lleno. Cuando conduces aceptas y asumes un código de circulación común al resto de usuarios, siendo participe de un sistema reglado común. Sin darte cuenta, estas empezando a asumir responsabilidades integradas a un sistema «adulto» en el que la madurez hace acto de presencia.
La sensación de independencia te gusta y comienza a ser como una maldita droga, cada vez quieres y necesita mayor cantidad. Ha llegado la hora de ir a por más y asegurar el autoabastecimiento: Te pones a trabajar. Cuando lo haces, aceptas una hora de entrada y otra de salida. Durante el intervalo que ambas comprenden dedicas o prestas tu tiempo y tu vida a lo que te pidan realizar. A cambio recibes un remuneración económica que te facilita más dosis de independencia. Eres consecuente, cumples con los horarios y con la tarea asignada. Eres consciente de las responsabilidades que todo ello implica. Por consiguiente, aceptas otro pequeño grado de responsabilidad que te proporciona otro nivel de madurez.
Antes, durante o después de las dos circunstancias anteriores, te embarcas voluntariamente en una relación sentimental. Asumes nuevos compromisos que aportan nuevo grado de madurez.
El mono te invade y necesitas un nivel mayor de independencia. La única manera de conseguirlo es comprar una casa o alquilar un piso. En esta etapa la madurez hace presencia en modo de facturas y reuniones de vecindario. Cuando pagas religiosamente las mismas y acudes a las en ocasiones surrealistas reuniones y cumples con tus nuevas obligaciones, maduras una poco más.
Por último, pero no por ello obligatorio ya que dependerá de las circunstancias, necesitaras nuevas sensaciones una vez alcanzada la independencia absoluta. Paradójicamente, decidirás tirar por la borda toda esa independencia conseguida y crearás una dependencia hacia otra persona a modo de relación sentimental estable. Si la cosa va bien, decidirás tener descendencia. Si la cosa va mal, puede que también (será un error, pero lo cometerás igualmente). Sea como fuere, si finalmente eres padre tendrás a tu cargo el bienestar de otra persona dando paso a más y más responsabilidades. Responsabilidades que adquieren una dimensión desconocida hasta el momento conllevando mayor grado de madurez.
La realidad
La madurez se obtiene y evoluciona según los compromisos y responsabilidades de vida que decides adquirir. Con cada etapa de la vida que dejas atrás, maduras. Cada vez que asumes una nueva responsabilidad, maduras. Si no las asumes corres un riesgo: El riesgo de no desarrollarte personalmente.
Madurar es experimentar un crecimiento personal e individual. Madurar es crecer. Y Crecer es desarrollarse interiormente.
Carlos Ramajo para –MiFaDeLoSu–