Todos tenemos una historia que contar. Un suceso que consiguió marcarnos o una experiencia que fue un poco más allá y sencillamente nos rompió. Experiencias traumáticas implícitas al ser humano por el mero hecho de existir.
Todos tenemos una historia que contar. Pero existe una diferencia y no precisamente en el argumento ya que los protagonistas cambian pero las historias se repiten en diferentes épocas de la misma y en diversos contextos socioculturales. La diferencia tan solo radica en cómo se recompone cada uno tras esa dolorosa vivencia.
Y es que una experiencia traumática puede ser un lastre para el resto de tu vida o puede ser el mayor aprendizaje. Y tan solo depende de uno mismo, de ti, cómo utilizar todo ese sufrimiento y dolor.
Hoy voy a dar un claro ejemplo de ello a través de un programa de televisión un tanto polémico pero muy de actualidad en estas últimas semanas aquí en España : La isla de las tentaciones. Un show televisivo al que acuden parejas con la intención de reforzar su relación.
Nada mas llegar al programa de televisión, situado en una isla paradisiaca, sus protagonistas son separados formando dos grupos: Por un lado las chicas y por otro los chicos. Cada grupo convivirá durante unos días en una parte de la isla diferente. Y a ambos grupos les acompañarán durante la experiencia diferentes solteros y solteras respectivamente, que buscan conocer personas con la intención de pasarlo bien o dar inicio a una relación sentimental. El programa consiste básicamente en demostrar lealtad y fidelidad a la pareja.
Pues bien, tras 3 o 4 días de convivencia con diferentes solteros y solteras, 2 de las chicas que mantienen una relación sentimental con sus respectivos novios situados en la otra punta de la isla, deciden besarse apasionadamente con 2 de los chicos solteros con los que conviven mientras sus parejas hasta el momento les son fieles.
El programa de televisión además consiste en enseñar imágenes de cómo se están comportando cada pareja por separado rodeado de personas solteras a sus respectivos amados y amadas. Es decir, en este caso, comparte con los novios las imágenes subidas de tono de sus novias besándose con los chicos solteros con los que conviven.
Y es aquí en este punto, donde radica la gran diferencia de actitud a la que eludía en el primer párrafo de la reflexión de hoy. A priori ambas situaciones, circunstancias y experiencias son exactamente iguales: Dos personas siendo testigos de la infidelidad de su pareja. Pero la actitud ante lo acontecido es totalmente diferente en uno y en otro.
Uno de los novios se hunde y no puede dejar de llorar y pensar en la infidelidad de su pareja no prestando interés ni atención a las chicas solteras con las que convive. Mientras que el otro novio reflexiona de manera muy madura y llega a la rápida conclusión de que la que hasta ese momento es su pareja no merece en absoluto la pena. Y decide abrirse nuevamente al amor, dando a las chicas solteras con las que convive la oportunidad de conocerse mutuamente. Superando de este modo la «adversidad emocional» de una manera rápida, eficaz y sobre todo ejemplar.
Si te paras un poco y analizas la situación podrás darte cuenta de que tan solo existe un diferencia entre ambos chicos: La actitud ante lo sucedido.
Carlos Ramajo para –MiFaDeLoSu–